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¿Qué sentís hoy respecto de lo que sentías hace 85 días?

Por Nuria Am

¿Qué cambió en vos? ¿Te lo preguntás?
Yo sí… creo que pase por todos los estados emocionales posibles… Al principio un poco de temor… por lo que venía, por lo desconocido…. Pero también sentía alivio , de que en el calor del hogar iba a poder enfocarme en lo
importante y que en 15 días volveríamos a la normalidad.

Arrancamos con las tareas virtuales, con el trabajo a distancia como se podía…, con los bizcochuelos con los chicos… las galletitas de los sábados a la tarde, el vino compartido por zoom y las series… Todo iba “andando” y salvo la nostalgia de no poder ver a los viejos y el desorden de los horarios no pasaba mucho más.
Después la cosa empezó a complicarse… pasaba de días radiantes en los que sólo agradecía que estuviéramos bien y me preocupaba por cumplir a rajatabla con todas las medidas de seguridad y me sentía cómoda con mi nueva forma de trabajar y si hacía mi rutina de actividad física puertas adentro nada me molestaba, a la furia total de no querer hacer más bizcochuelos, ni pensar en el almuerzo y cena para todos, ni hacer la tarea con los chicos y me enfurecía limpiar las bolsas y elementos que venían de afuera.

Extrañaba como aún hoy me pasa a mis amigas, a mis papás a mis hermanos y mis sobrinos. Extrañaba mi libertad, no dar explicaciones, no contarle a todos con los que vivo que hago y dejo de hacer. Quería volver a los horarios del colegio, apurarme para llevar y traer a los chicos, charlar un rato con las mamis y salir a correr por las mañanas. En definitiva, quería que me devolvieran mi vida.

Hoy, con más de 80 días de cuarentena, y cuando el pico no ha llegado a lo más alto, todos nos sentimos algo más organizados. Nos preocupa lo económico, a todos…. la inquietud por no saber que quedará en pie después de que la ola pase…y como reinventarnos y ser resilientes para salir de esto lo menos lastimados posible.

Hoy vemos allá lejos un horizonte y cuando miramos hacia atrás, casi como una necesidad nos queremos convencer de que lo peor ya pasó.

¿Ya pasó?

Necesito que me necesites

 

Por Soledad Lladó
-Pensamos en invitarla a Charo una semana de vacaciones a Pinamar o los 15 días, pero no sé si no va a extrañar. -me dijo muy contenta mi hermana y mi corazón se aceleró. Automáticamente le puse que no, gracias, pero borré lo escrito y pensé que tenía que consultarle al papá de la criatura. Y así fue, cuando le dije a Guido le pareció buenísimo para Charo y para tener unos días solos y bla bla bla bla- no paraba de ver las bondades de que Charo se vaya con sus tíos a la playa.

Así empezó mi crisis. Primero me enojé con él, por no ver realmente lo terrible de la situación; después le dije a mi hermana que era una responsabilidad muy grande, quizá se replanteaba la invitación. Hasta que empecé a sufrir, porque se lo conté a Charo, y para mi sorpresa, la pequeña me contesto -Siiii, van a estar de fiesta con papá y yo sola con mis tíos en la playa, ¡estoy felíz!

Y la cara era de felicidad realmente, ya no podía dar marcha atrás. Oficialmente, mi hija de 7 años, mi bebé, mi cosita chiquita, se iba sola de vacaciones sin papá ni mamá. Se lo contó a todo el que quiso escucharla y estaba excitadísima. Cada día que pasaba crecía su entusiasmo y también mi angustia. Tenía que sumarme un problema más y fue el viaje en auto. La cabeza no me paraba de dar vueltas pensando en la ruta, el miedo que me daba y cuan desesperada iba a estar hasta que lleguen. No dormí bien un par de noches, tenía pesadillas y me despertaba sobresaltada. Lo agarré a mi cuñado e hice que me prometa que iban a ir a 80 kilómetros por hora. Pensaba en mis amigas separadas, cuando sus hijos se van con el padre 15 días y me prometí no separarme jamás. Sólo por eso.

La noche anterior dormí abrazada a ella, no la quería soltar y así me levanté con una contractura fatal. Le pregunté varias veces si no me iba a extrañar, con lo cual no la estaba ayudando en nada, claramente, pero ella seguía muy segura de querer irse. Armamos la mochila juntas y mi inconsciente hizo que me olvide los trajes de baño, indispensables para la estadía. La llevamos hasta la casa de Cande y empezó mi “Countdown”. Mi hermana (seguramente revoleando los ojos y mordiéndose el labio inferior) me escribía en cada parada que hacían. Vamos al baño. Cargamos nafta. Stop para hacer pis. ¡Pobre!

Lloré un rato tapada con la almohada, aunque estaba sola en casa, pero me lavé la cara y salí a hacer tiempo y pensar en otra cosa. Cuando llego la foto del cartel de entrada a Pinamar, respiré tranquila y me dije a mi misma: -ahora solo me queda esperar que me llame llorando porque me extraña. ¡Pumba mi cerebro! Estaba haciendo todo mal. Hasta que me encontré diciéndole a mi marido por teléfono: – ¿Entendés que necesito que me necesite?

Si, párrafo anterior para el olvido. Ese era mi miedo y creo que de cualquier madre cuando sentimos que nuestros hijos están creciendo (si somos más, me siento mejor). Además, me tenía que reencontrar con mi marido sin nadie en el medio, hacer planes para nosotros solos o no hacer nada directamente, dejar que suceda. Sin horarios, sin demandas y sin ningún “mamá esto, mamá lo otro”. Dormir hasta cualquier hora y también, por qué no, volver a estar de novios. – Pero ella es todo en mi vida, me encontré diciéndole esa noche a Guido, cuando cenábamos solos comida thai (nunca cenamos solos y menos comida thai que es antiniños) y su respuesta fue tajante: -Me tenés a mí, te tenés a vos y a un montón de gente. No le pongas ese peso, Sole, me dijo. Y me relaje.

Cuando a la noche me llamo llorando porque no podía dormir, ya estaba segura de que no la iba a ir a buscar corriendo como le había prometido y tampoco a la noche siguiente. También entendí que estaba haciendo muchas cosas mal, pero que me iba a tratar amorosamente e iba a ir corrigiéndolas de a una, de a poco. Por su bien, el mío y el de la pareja.

La pareja, un capítulo aparte. Necesitábamos muchísimo estar solos esos días y ocuparnos el uno del otro. Reivindicarnos nuestro amor. Los tíos unos genios porque sin darse cuenta, salvaron a la chiquita de las inseguridades de una madre sobreprotectora, que ahora está de novia con el papá y juntos vamos a ayudarnos para que no necesite que me necesite, sino que cuando me necesite, yo esté. ¡¡¡Y todos felices!!!

 

La Nueva Revolución Femenina

Por Sole Lladó – Ilustración Charo Bick

Violetas, verdes y celestes, pañuelos que muestran orgullosas niñas y mujeres de diferentes edades, ideas y credos. Que visten cuellos, cabezas y mochilas. Pero no ha de haber grieta, el fin es el mismo.
Gritos y cánticos frente a un parlamento mudo e inerte por resolver nuestro siglo del «queremos vivir» y sumado al queremos vivir, vivir como queremos, ganar como debemos y ser como podemos…
Militancia del no me ceda el asiento, no me deje el lugar en la cola del bondi y del «sobaquember» (el derecho femenino a llevar una vida lejos de la cera, de la luz pulsada y de la maquinita de afeitar). Militancia del soy madre, jefa de hogar y exitosa.
Que ya no usen nuestro culo para portadas de bebidas dietéticas ni autos de moda y que nuestras tetas se muestren gastadas por la lactancia, o turgentes por las cirugías pero que se muestren donde queramos nosotras, no donde les sirva al otro.

No embellecernos y salir a cara lavada, se ha convertido en una bandera de las redes sociales.

La nueva Revolución Femenina no adjunta manuales de estilo, sino que es el grito desesperado, cansado y a veces exagerado de años de agachar la cabeza, de salarios recortados y maternidades relegadas.
Hoy salimos a la calle y todos nos ven. Sin ollas ni sartenes que ya no lavamos. Hoy salimos a las calles, a mostrar lo que queremos, lo que necesitamos y cuanto valemos y guay con el que nos mande a lavar los platos. No sabemos si se viene el matriarcado o es el fin del patriarcado, lo que si sabemos es que no nos vamos a quedar calladas ante una palabra desubicada, una mano encima no deseada o un derecho al que queremos acceder y no nos dejan.

Unidas: verdes, celestes y violetas. Todas somos mujeres revolucionadas, y ese latido se hace eco en el aire.

Un cielo para volar

Por Yamila Conti

Ayer me di cuenta de muchas cosas.
Camino con los brazos libres. Duermo de corrido, salvo raras excepciones.
Coordino salidas de adultos sin programarlo con 1 mes de anticipación.
Puedo atrasarme trabajando, y adelantar mi salida de casa sin hacer malabares.
Puedo hablar con amigas por teléfono sin interrupciones; y la atención de mi mamá dejó de estar 100% en mi hermana Ana Clara y en mi.
Me pruebo ropa más rápido, porque el efecto contagio es muy «contagioso». Puedo ir al baño con la puerta cerrada y bañarme el rato que quiera.
Me encuentro con más paciencia, mis conversaciones son, casi todo el día, adultas. Los gritos los dejo sólo para cuestiones extraordinarias; y ya no soy una máquina de repetir sugerencias con pinta de órdenes.
Consensúo todo el rato. Dialogo hasta llegar a la profundidad de los temas para sacar conclusiones y nuevos temas, por supuesto.
Encuentro parecidos y opuestos en una misma hora, así como también los humores se subieron a una montaña rusa y no hay siesta que los cambie.
Me enorgullezco mucho, y aprendí a hacerlo en voz alta.
Pido perdón muchas veces, sin avergonzarme, y argumentando mi equivocación.
A veces hablo creyendo que no me oye, dando ejemplos, miles de ejemplos. Y luego, veo que aplica su versión, muchas veces mejorada.
Todos los temas pueden ser oídos, de hecho construyo espacios para que sean activamente oídos.
Me río en la calle escuchando ocurrencias y ante mis preguntas me sorprenden las respuestas.
Dejó los pañales, la besé, habló, me miró, corrió, me besó, se trepó, se cayó, lloró, empezó el colegio, la reté, la dormí, me despertó, lloramos, nos enojamos, la despierto, la beso cada vez que puedo.
Eso me pasó, mi hija esta ahí con casi 13, casi terminando su primaria, casi empezando su secundaria..y yo? Acomodándome con prisa, sorprendida, acompañandola, y amándola, siempre amándola.

Lo místico de un viaje culposo

Por Sole Lladó

Llegaron mis 44 y mas allá de la crisis que a una le da porque se cae la cola, te atacan los pensamientos místicos y te replanteas desde la profesión hasta el mantel que vas a poner en una cena … se me ocurrió, acompañada por el sol de mi marido, que seguramente en alguna otra oportunidad lo criticare pero es un divino que me banca en todas, regalarme un viaje MISTICO: MACHU PICCHU … bueno …

Primero, lo primero: que mi hijita de 6 no podía hacer ese viaje ya que no camina ni dos cuadras y yo quería hacer el Camino del Inca (que me perdone el Inca Manco Capac) que son unas cuantas horas caminando de un dia y de otro unas más, sumado el «mal de altura» (el sorocho que te agarra es terrible); además eran poquitos días y podía quedarse con alguien así nosotros nos reencontrábamos como pareja (dale! a quien no le pasa que apenas te podes hablar con tu marido en la cena si los chicos no gritan encima de tu voz o la tv está con el volumen tan alto que no te escucha y siquiera te registra).

El tema de la agenda de esos pocos días para con mi hija fue mucho mas complicada de lo que supuse y tuve que apelar a bastantes artimañas para que la pequeña no se sienta abandonada ni sola. Por suerte, mi orfandad no es tal como para no contar con suegra, hermana y amigas, así que el plan de lujo que activamos fue (a mi parecer) solo comparable con Disney … sumando una cartulina enorme con dia a dia que comer, que hacer, remis que la lleve y traiga, Mirna (mi empleada y mi TODO) a su disposición, sobrecitos con cartitas y regalos para cada día …

Nada alcanzó. La pequeña de mis sueños TODOS LOS DIAS me lloró por mensaje, llamado o videollamado. Me reprocho su soledad y «desamparo» y me hizo jurar y perjurar que nunca más la abandonaría. ABANDONARIA, SI.

Obvio que padecí cada uno de los 5 días de mi estadía en el país vecino, no dormí, no descansé, ni miraba el paisaje por la culpa de haber abandonado por primera (y última vez, lo juro) a mi pequeño retoño ruloso, que no feliz con llorarme y con moco y lagrima y todo, se metía en mis pocas horas de sueño para que me despierte desesperada y empapada habiendo soñado que la raptaban, se tragaba un botón (si, un botón) O CRUZABA LA CALLE … y entraban ladrones y … bueno … fue un infierno interno …

Hice el camino del Inca, me senti purificada y elevada y acompañada por la energía del amor …. hasta que me tope con una piedra de la montaña, que creí ella me había elegido a mi y eso se los cuento en la próxima ja . . . solo les dejo una enseñanza que aun no pude interiorizar pero creo haber entendido: que nuestros hijos están bien siempre aunque nos digan lo contrario. Y que cuanto mas una necesita relajar, más se estresa … buena semana!!!!!

¿Cómo te pega el día de la madre? ¿Qué emociones te despierta?

Foto crédito: Pixabay

Yo estoy pensando que este año me agarra en una etapa muy feliz de mi vida, llena de aceptación, de concreciones, de sueños que se van cumpliendo.

Quedaron atrás las ansiedades, la locura de tener hijos chicos y no dar abasto y puedo celebrar verlos crecer, cumplir etapas.

Creo que como nunca antes, este es un año en el que estoy pudiendo disfrutar de la maternidad. De una maternidad real, menos idealizada, con los grises y sus inevitables tragicomedias cotidianas.

Mi hija, la única mujer, la del medio, cumplió 12 años y me confronta con todos y cada uno de mis rasgos, los mejores y los no tanto. Ella está ahí, creciendo, como una flor. Qué cursi, ¿no?

  

 

Pero es así. De un día para el otro explotó su belleza propia, dejó de ser una minidanielita para ser ella, empezar a descubrirse y nosotros a descubrirla en su esplendor.

En todo esto pensaba y escribía, cuando nos llegó a la radio el nuevo libro de la doctora Graciela Moreschi, psicóloga especialista en vínculos, Con el reloj en el cuerpo, en el que hay un capítulo especial sobre la adolescencia, de lectura muy recomendable para quienes buscan entender un poco más el proceso que les espera.

Pero si vamos a mis preferencias en materia de libros, la idea es ofrecerles una opción literaria.

 

Y mi preferido es un libro de Milena Busquets, Esto también pasará de Editorial Anagrama, que escribió a raíz de la muerte de su madre, la escritora y editora Esther Tusquets, fallecida hace poco más de dos años y figura consagrada del ambiente literario en Barcelona.

 

Lo súper recomiendo a mujeres que sientan que es demasiado difícil disfrutar de sus familias o de sus vidas imperfectas.

Espero que pasen un día hermoso.