Los signos y el Amor
Homenajeando al amor charlamos con Andrea Bastus, astróloga, coach ontológico profesional que nos contó como se despliega cada signo en el amor.
Se reconocen?
Homenajeando al amor charlamos con Andrea Bastus, astróloga, coach ontológico profesional que nos contó como se despliega cada signo en el amor.
Se reconocen?
Por Soledad Lladó
-Pensamos en invitarla a Charo una semana de vacaciones a Pinamar o los 15 días, pero no sé si no va a extrañar. -me dijo muy contenta mi hermana y mi corazón se aceleró. Automáticamente le puse que no, gracias, pero borré lo escrito y pensé que tenía que consultarle al papá de la criatura. Y así fue, cuando le dije a Guido le pareció buenísimo para Charo y para tener unos días solos y bla bla bla bla- no paraba de ver las bondades de que Charo se vaya con sus tíos a la playa.
Así empezó mi crisis. Primero me enojé con él, por no ver realmente lo terrible de la situación; después le dije a mi hermana que era una responsabilidad muy grande, quizá se replanteaba la invitación. Hasta que empecé a sufrir, porque se lo conté a Charo, y para mi sorpresa, la pequeña me contesto -Siiii, van a estar de fiesta con papá y yo sola con mis tíos en la playa, ¡estoy felíz!
Y la cara era de felicidad realmente, ya no podía dar marcha atrás. Oficialmente, mi hija de 7 años, mi bebé, mi cosita chiquita, se iba sola de vacaciones sin papá ni mamá. Se lo contó a todo el que quiso escucharla y estaba excitadísima. Cada día que pasaba crecía su entusiasmo y también mi angustia. Tenía que sumarme un problema más y fue el viaje en auto. La cabeza no me paraba de dar vueltas pensando en la ruta, el miedo que me daba y cuan desesperada iba a estar hasta que lleguen. No dormí bien un par de noches, tenía pesadillas y me despertaba sobresaltada. Lo agarré a mi cuñado e hice que me prometa que iban a ir a 80 kilómetros por hora. Pensaba en mis amigas separadas, cuando sus hijos se van con el padre 15 días y me prometí no separarme jamás. Sólo por eso.
La noche anterior dormí abrazada a ella, no la quería soltar y así me levanté con una contractura fatal. Le pregunté varias veces si no me iba a extrañar, con lo cual no la estaba ayudando en nada, claramente, pero ella seguía muy segura de querer irse. Armamos la mochila juntas y mi inconsciente hizo que me olvide los trajes de baño, indispensables para la estadía. La llevamos hasta la casa de Cande y empezó mi “Countdown”. Mi hermana (seguramente revoleando los ojos y mordiéndose el labio inferior) me escribía en cada parada que hacían. Vamos al baño. Cargamos nafta. Stop para hacer pis. ¡Pobre!
Lloré un rato tapada con la almohada, aunque estaba sola en casa, pero me lavé la cara y salí a hacer tiempo y pensar en otra cosa. Cuando llego la foto del cartel de entrada a Pinamar, respiré tranquila y me dije a mi misma: -ahora solo me queda esperar que me llame llorando porque me extraña. ¡Pumba mi cerebro! Estaba haciendo todo mal. Hasta que me encontré diciéndole a mi marido por teléfono: – ¿Entendés que necesito que me necesite?
Si, párrafo anterior para el olvido. Ese era mi miedo y creo que de cualquier madre cuando sentimos que nuestros hijos están creciendo (si somos más, me siento mejor). Además, me tenía que reencontrar con mi marido sin nadie en el medio, hacer planes para nosotros solos o no hacer nada directamente, dejar que suceda. Sin horarios, sin demandas y sin ningún “mamá esto, mamá lo otro”. Dormir hasta cualquier hora y también, por qué no, volver a estar de novios. – Pero ella es todo en mi vida, me encontré diciéndole esa noche a Guido, cuando cenábamos solos comida thai (nunca cenamos solos y menos comida thai que es antiniños) y su respuesta fue tajante: -Me tenés a mí, te tenés a vos y a un montón de gente. No le pongas ese peso, Sole, me dijo. Y me relaje.
Cuando a la noche me llamo llorando porque no podía dormir, ya estaba segura de que no la iba a ir a buscar corriendo como le había prometido y tampoco a la noche siguiente. También entendí que estaba haciendo muchas cosas mal, pero que me iba a tratar amorosamente e iba a ir corrigiéndolas de a una, de a poco. Por su bien, el mío y el de la pareja.
La pareja, un capítulo aparte. Necesitábamos muchísimo estar solos esos días y ocuparnos el uno del otro. Reivindicarnos nuestro amor. Los tíos unos genios porque sin darse cuenta, salvaron a la chiquita de las inseguridades de una madre sobreprotectora, que ahora está de novia con el papá y juntos vamos a ayudarnos para que no necesite que me necesite, sino que cuando me necesite, yo esté. ¡¡¡Y todos felices!!!
Por Sole Lladó – Ilustración Charo Bick
Violetas, verdes y celestes, pañuelos que muestran orgullosas niñas y mujeres de diferentes edades, ideas y credos. Que visten cuellos, cabezas y mochilas. Pero no ha de haber grieta, el fin es el mismo.
Gritos y cánticos frente a un parlamento mudo e inerte por resolver nuestro siglo del «queremos vivir» y sumado al queremos vivir, vivir como queremos, ganar como debemos y ser como podemos…
Militancia del no me ceda el asiento, no me deje el lugar en la cola del bondi y del «sobaquember» (el derecho femenino a llevar una vida lejos de la cera, de la luz pulsada y de la maquinita de afeitar). Militancia del soy madre, jefa de hogar y exitosa.
Que ya no usen nuestro culo para portadas de bebidas dietéticas ni autos de moda y que nuestras tetas se muestren gastadas por la lactancia, o turgentes por las cirugías pero que se muestren donde queramos nosotras, no donde les sirva al otro.
No embellecernos y salir a cara lavada, se ha convertido en una bandera de las redes sociales.
La nueva Revolución Femenina no adjunta manuales de estilo, sino que es el grito desesperado, cansado y a veces exagerado de años de agachar la cabeza, de salarios recortados y maternidades relegadas.
Hoy salimos a la calle y todos nos ven. Sin ollas ni sartenes que ya no lavamos. Hoy salimos a las calles, a mostrar lo que queremos, lo que necesitamos y cuanto valemos y guay con el que nos mande a lavar los platos. No sabemos si se viene el matriarcado o es el fin del patriarcado, lo que si sabemos es que no nos vamos a quedar calladas ante una palabra desubicada, una mano encima no deseada o un derecho al que queremos acceder y no nos dejan.
Unidas: verdes, celestes y violetas. Todas somos mujeres revolucionadas, y ese latido se hace eco en el aire.
Foto crédito: Pixabay
Yo estoy pensando que este año me agarra en una etapa muy feliz de mi vida, llena de aceptación, de concreciones, de sueños que se van cumpliendo.
Quedaron atrás las ansiedades, la locura de tener hijos chicos y no dar abasto y puedo celebrar verlos crecer, cumplir etapas.
Creo que como nunca antes, este es un año en el que estoy pudiendo disfrutar de la maternidad. De una maternidad real, menos idealizada, con los grises y sus inevitables tragicomedias cotidianas.
Mi hija, la única mujer, la del medio, cumplió 12 años y me confronta con todos y cada uno de mis rasgos, los mejores y los no tanto. Ella está ahí, creciendo, como una flor. Qué cursi, ¿no?
Pero es así. De un día para el otro explotó su belleza propia, dejó de ser una minidanielita para ser ella, empezar a descubrirse y nosotros a descubrirla en su esplendor.
En todo esto pensaba y escribía, cuando nos llegó a la radio el nuevo libro de la doctora Graciela Moreschi, psicóloga especialista en vínculos, Con el reloj en el cuerpo, en el que hay un capítulo especial sobre la adolescencia, de lectura muy recomendable para quienes buscan entender un poco más el proceso que les espera.
Pero si vamos a mis preferencias en materia de libros, la idea es ofrecerles una opción literaria.
Y mi preferido es un libro de Milena Busquets, Esto también pasará de Editorial Anagrama, que escribió a raíz de la muerte de su madre, la escritora y editora Esther Tusquets, fallecida hace poco más de dos años y figura consagrada del ambiente literario en Barcelona.
Lo súper recomiendo a mujeres que sientan que es demasiado difícil disfrutar de sus familias o de sus vidas imperfectas.
Espero que pasen un día hermoso.